la flor de loto sí

en el peso, la pausa. en el talón, en la planta del pie –la gravedad del cuerpo, la vida. tauro como cuna, como vasija nueva. de barro y paciencia, de manos que aman lo que cuece despacio. me lo imagino como un cuenco en el que cabe todo, lo visible y lo invisible, lo-que-aun-no-es-tá. un cuenco en el que quedan mis anhelos, cuatro risas y un amor. un-a-mor vestido de silencio, de escucha, de cuerpo. de vuelta a la raíz, a la música. tauro como la lentitud que no nos permitimos porque no sabemos vivirla, encarnarla. tauro como la vaca que come y come y come, y en ese comer transita la emoción descarnada de escorpio. ¿sí? ¿transita? rumiar las heridas, hacer de ellas compost – tierra fértil. el cliché. rumiar las heridas, hacer de ellas pasto, campo a través – por allí se ve la luz, la luz del día. escorpio como un lago, como otro recipiente, sí. como otro. escorpio como un lago, no podemos ver el fondo, no existe. la luz rebota en él. tulipanes. no, tulipanes no, éstos no flotan. flor de loto, viva, sostenida en un magma lleno de lo desconocido. hacia abajo solo hay oscuridad. volver. volver a nacer para recobrar la magia, para reescribir el cuento en el que ya no nado tanto, ni me ahogo.